martes, 27 de abril de 2010

El Infierno de CHINECHE


El Teide fue, ha sido y aún continúa siendo, no sólo un icono representativo por antonomasia de la isla de Tenerife, sino con particularidad, un elemento básico en la cosmovisión de los antiguos isleños. Su representación cognitiva, más allá de los fetiches turísticos, y de las damiselas lúdicas con la que se representa en el actual modelo desarrollista turístico, ha mantenido un reflejo modélico, donde los insulares han considerado al volcán bajo un punto de vista antagónico al dotado en la actualidad.

A la sazón la inyección de un continuo influjo de sentimientos, proyectados por su potencial actividad, se unen los temores, la acción dubitativa, e imprecisa, de considerar al Teide, como un icono que no ampara elementos de seguridad ni amparo, sino todo lo contrario. Antes de la llegada del turismo de masas este fenómeno, común por otra parte, no era privativo al mundo mago por excelencia en la isla de Tenerife. Por el contrario todavía aún hoy en día, esta racional intuición explosiva del volcán, no está extinta, y sigue vigente en la memoria colectiva genérica del “magismo” tinerfeño, y del resto del archipiélago.

Históricamente otras erupciones en la isla de Tenerife en siglos pasados, mantuvieron viva esta dinámica intuitiva y cognitiva, que no ha dejado de ser significativa. Anteriormente, y según las propias fuentes escrita pre y/ ó coetáneas a la conquista, recogieron singularmente esta imagen del volcán y su representación dentro del mundo de las imágenes de los antiguos guanches. El ingeniero cremonés Leonardo Torriani, en ciertas forma ávido en su empresa, recogió de forma expresiva a finales del siglo XVI, este mundo cognitivo entre los antiguos isleños de forma práctica;

“Los antiguos isleños lo llamaron Eheide que significa “infierno”, por el fuego espantoso, ruido y temblor que solía hacer, por lo cual lo consideraban morada de los demonios”
(Leonardo Torriani. "Descripción e historia del reino de las Islas Canarias" escrita en 1588.)

Bajo este drástico panorama, el volcán del Teide se erige como la antesala del mundo infernal que encarna su propia actividad eruptiva, sonora y hasta visual. Este fenómeno natural que era capaz de alterar la actividad constante y cotidiana de los habitantes de la isla, y transmitía señales inequívocas, de la dimensión, y sobre todo, de la conexión entre los antiguos y las fuerzas malignas intra-terrestres, mantuvo, y ha mantenido hasta no hace tanto tiempo, una actitud preventiva y recelosa con respecto a su figura. Aún Fray Alonso de Espinosa, en la misma época tardía del siglo XVI d.c., aún desprovisto en cierta forma de la censura ordinaria que rige su propia obra,, dejó patente el latente reflejo que sobre los isleños correspondía el volcán del Teide y su conexión con las fuerzas malignas del inframundo;

“Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba en el pico del Teide, y así llamaron al infierno Echeide”.
(Alonso de Espinosa. Historia de Nuestra Señora de Candelaria. 1598)

A esta interesante cita, el emergente doctor Juan Bethencourt Alfonso a finales del siglo XIX, y principios del XX, recogió en su obra Historia del Pueblo Guanche, la puntualización que hace referencia al propio termino del infierno entre los antiguos isleños de Tenerife, concluyendo que bajo el término Echeide, no se conocía ni reconocía al infierno en la isla de Tenerife, sino bajo el calificativo de Chimiche. Por el contrario la afinidad y similitudes orgánicas entre las raíces Eheide – Echeide – Teide, sobresalen en mostrar la particularidad, de un mismo término aplicado fonológicamente de diversas maneras. Prácticamente la raíz “aydhi” certifica por extensión a toda la orbe panmazighia el significado de “perro”, con el que se designa a tan insignie animal. El valor cualitativo del mismo, está sujeto a un estudio etnofilosófico mucho más profuso, con una extensión geográfica que se corresponde como mínimo al “lago cultural” que corresponde toda la Cuenca Mediterránea, y a un espacio cronológico, que revierte en los primeros tiempos de la domesticación animal y vegetal del ser humano en la faz de la tierra.

Pero aún si cabe, el término es vivo en la actualidad en toda la Tamazgha, y no sólo bajo el paraguas asociado al mundo animal, sino que en algunos casos, hace referencias a microtopónimos asociados a estribaciones rocosas muy peligrosas ó de otra índole. En Gran Canaria ó Canaria el concepto se mantiene vigente en el termino “la Morra y/ó El Barranco de Aydía”, y por ejemplo, en la Tamazgha continental, se encuentra en su vertiente orientalizante, en topónimos como Taurirt n´ Teidit ( “La Colina de la Perra”). En la isla de Tenerife la vigencia del mismo, como advertimos, la configura el enorme volcán del Teide, concepto y término heliocéntrico, sobre el que giran otras concomitancias conceptuales, como los términos guanche, Chimeche, Chíneche ó Achinech entre otros.

- Aydi = El Perro. Nombre masculino singular.
- Taydit= La Perra. Nombre femenino singular.

Ehide / Echeide / Teide > Taydit = La Perra.

Todo este imaginario colectivo adscrito a la cultura oral esta indisolublemente inscrito en la idiosincrasia de caracterizar al fenómeno del “perro/perra”, una asociación recíproca, y al mismo tiempo antagónica de forma dual. Característica connatural a todas las sociedades pastoriles, ó que tienen en su seno un importante anclaje productivo basado en los recursos ganaderos por excelencia, es la importancia cualitativa a la que se dota al animal de compañía por excelencia, que cumple la función complementaria de una herramienta de trabajo insustituible dentro del mundo ganadero, pero que al mismo tiempo puede ser su más innato e ingrato enemigo. Baste tan sólo con ojear las innumerables citas historiográficas de todos los rincones del mundo, donde el recurso del perro, ó en su estado más fugaz, el lobo, asumen la correspondencia de ostentar tan malagradecido grado. Su incorporación al mundo cultural de los pueblos del mundo, está sujeto a su eventual manifestación.

Las islas Canarias están condicionadas por su naturaleza volcánica. Esta dualidad entre las diferentes esferas entre el bien/mal, está inmersa en la manifestación del lo benefactor y lo destructivo. En su vertiente devastadora la expansión del fuego y sus consecuencias devastadoras han sido oportunamente transmitidas desde los primeros tiempos de forma oral primero, y a posteriori escrita, como fiel reflejo del valor negativo. El vulcanismo en Canarias atiende a este significado, desde los tiempos en los que el amazigh fue el vehículo de comunicación en el archipiélago.
Todo este conglomerado de significados orales, transmitidos oralmente y hasta enfáticamente, entre el mundo precolonial y el resultado de aquel producto, de claro sustrato amazigh no parlante en su devenir, ha mantenido vivo en su herencia generacional la imagen iconográfica de la terminología “perro/perra”, como un elemento dañino es su estado natural. La imaginería popular no ha lastrado este hecho, y aún es común, entre el mundo oral de los maúros y magos, escuchar las consabidas frases de “Cruz perro maldito”, “Cruz perro puto” ó “Salta perro maldito pa´lo más jondo…”. Todos estos elementos consustanciales en su conexión muestran hasta que punto el mundo mágico-religioso de los maúros y magos, no sólo hunde, sino sobrevalora ese continuismo cultural con los recursos propios de la imaginería popular y oral, que es el valuarte del analfabetismo plural, enfático y vitalista del maurismo/magismo. En este sentido y retomando el hilo del médico chasnero tinerfeño, Juan Bethencourt Alfonso, éste apunta, unos datos aún más precisos al respecto, sobre el mundo negativo de los antiguos;

“El infierno lo apellidaban Chimiche, apelativo que llevo la isla equivalente a “isla del Infierno”, o séase “Isla de Chimiche”
(Juan Bethencourth Alfonso, 1994: 278)

La ilustrativa cita no escatima pormenores, por cuanto la isla de Tenerife, fue conocida en la antigüedad bajo este mismo apelativo circunstancial, “La isla del Infierno”. Es muy probable que adjetivada por los habitantes de las restantes islas ó no, el encuentro entre ambas composiciones que tienen un mismo origen común, denote, la singularidad con la que eventualmente la clásica asignación de la “Isla del Infierno” y el término “Chimiche” matizan al respecto. La explosiva potencialidad del volcán por excelencia de Tenerife, está detrás a este respecto, y es sobre él, sobre el que descansa su origen.

De tal fenómeno dan cuenta las primeras referencias escritas en el idioma ajeno al archipiélago, para relatar su denotación particular, la misma con la que los magos de Tenerife, durante tanto tiempo emplearon, y han mantenido hasta la actualidad, y no sólo en las zonas meridionales de la isla de Tenerife.

“Aún algunos pueblos del sur, como Arico, Arona,etc.,cuando muere una persona que ha sido de mala reputación se oyen estas frases; “Éste va a Chineche” ; “¡Anda a lo más hondo de Chineche!”
(Juan Bethencourth Alfonso, 1994: 278)

Efectivamente estas citas son aún viva, pero no sólo en las zonas meridionales de la isla tinerfeña, sino en otras más septentrionales, y adscritas a la oralidad del mundo mago por excelencia. Estas voces que designan al infierno, al mundo antagónico al mundo celestial, bajo los calificativos de Chimiche, Chineche, Cheneche y otros, no hacen sino reafirmar, un nomenclátor aún más extenso, en sus variantes Achineche, Chinet, Achinet, con las que particularmente se conoció la isla de Tenerife en la antigüedad. El nombre de la isla se mantuvo inerte, durante tanto tiempo en la tradición oral, y de ellas deriva su dispersión como préstamo sustancial al castellanizarse bajo la composición de Isla del Infierno, no sin justificación.

Tanto los términos Achinet, Chinet, Chimiche, Cheneche, Achineche y el elenco de manifestaciones derivadas de ello, no son construcciones ajena al mundo imazighen, todo lo contrario tienen su génesis en el mismo. Por descontado, estos términos se utilizan con naturalidad en algunas zonas, con vínculos estrechos con los antiguos, por los amesnau, que aún están por rescatar, ante la inoperancia ceguera del “occidentalismo” y sus derivados. La tradición oral siempre ha estado por encima de la tradición escrita, y es lógico pensarlo, porque aquella se nutre de ésta.
Este concepto utilizado entre la magitud en su forma, más sustancial, deriva inexorablemente hasta, el etnónimo con el que se asumió de forma no menos que volátil, la asignación de los antiguos habitantes de las isla de Tenerife, en la terminología popular de lo “Guanche”, y que de forma difusora, ha servido para identificar por extensión a los habitantes del archipiélago desde el siglo XVI, ó antes quizás.

En amazigh se utiliza el término oral de Tin.etcht y Tine.tach para referirse directamente al empleo de la acción por la cual un individuo, se esta quemando, esta ardiendo, está inflamándose su cuerpo por la acción de la caída ó vertido de algún elemento calentado a temperaturas a un alto grado. De común empleo en la antigüedad, su configuración cada vez está más restringida.

Tin.etecht/ Tin.etach: Acción de quemarse, de arder por la caída de elementos a altas temperaturas. Irritación por quemaduras, inflamación de una persona ó personas.

A modo de ejemplo cotidiano, el término es de común empleo en el campo, cada vez menos, cuando en medio de las piedras del fogal, se realiza el fuego, y es potencialmente previsible que involuntariamente la persona se queme la mano, por las salpicaduras que achicharran por la acción abrasiva del fuego, cuando está haciendo de comer.

Las raíces terminológicas del concepto Tin.etcht / Tin.etach se vinculan con las referencias escritas, y orales del mundo mago de la isla de Tenerife. No es un material fosilizado, sino aún vigente como anteriormente advertimos a nivel popular “Éste se va a jarder en lo más jondo de Chineche”, reza la aplicación popular. La forma palatal “ch” común en otras variedades genéricas, adquiere aquí la proporcionalidad manifiesta de aspirarse, en la formula de la “T” inicial, y transformarse, bajo las formas comunes fonéticas de “Cha”, “Che”, y “Chi”, tan comunes en muchas zonas de las islas Canarias. El resultado y similitud de la misma es aquí resumida;

Derivaciones terminológicas adscritas en; Chineche, Chimiche, achinech, Chinet.
Raíz amazigh contemplativa en algunas zonas rurales; Tinetcht/Tinectach. (Se pronuncia Tinech/Tinecha)

-Tin.etcht > Chinetcht > Chineche = Acción de Quemarse, Arder, Achicharrarse por la acción de electos a altas temperaturas.

-Tradición oral: “ Este va a quemarse a lo más jondo de Chineche”. Frase recogida de tradición oral en la hermana isla de Tenerife. “¿Te chinchaste? Tradición oral isla d ela Gomera, para referirse a la acción de quemarse. “¡Pój ahora se Chincha! Tradición oral isla de Gran Canaria. ( No confundir con el insecto Chinche). “Éste va a Chineche” ; “¡Anda a lo más hondo de Chineche!”. (Juan Bethencourth Alfonso, 1994: 278).

-Chimiche nombre con el que se conocía antiguamente a la isla de Tenerife. Literalmente la isla del Infierno. (Juan Bethencourth Alfonso, 1994: 278)

-Tin.etcht > Chinetcht > Chineche > Chimiche = Infierno. (Caracterizado por el fenómeno del fuego y sus consecuencias).

Por extensión la isla de Tenerife acogió la relación denotativa de este elemento, circunstancial, que refuerza su vinculación no a un elemento de análisis ajeno a la volatilidad y perceptibilidad que el fenómeno del Teide – Echeide, ofrecía desde la distancia. La figuración del Teide como un fenómeno cargado de un componente negativo tenía ramificaciones de tipo endógeno y exógeno muy bien delimitados, en la referencia clásica de un ser infernal, al ser máximo exponente de la isla de Tenerife, de toda la carga figurativa, imaginaria y empírica con la que el mundo de los magos, supo trasladar de forma iconográfica en el mundo de las imágenes a las posteriores generaciones.

Todo este elenco de relaciones antagónicas, entre el mundo de los dioses, y su antónimo y antónimos, reflejan hasta que punto la cosmovisión isleña no parte, de elementos ajenos al ideario común, que reflejan la dualidad de esferas cognitivas del bien y el mal, tan alardeadas y significativamente ilustradas de forma gráfica en el devenir clásico del mundo mediterráneo, sino que éste, traduce un corpus ideario, más que probablemente milenario, con una fuerza iconográfica anclada en el imaginario colectivo norteafricano. La dualidad de Dios ( Imqwrán) y del mal (Tin-echt).


* La lengua como vehículo de comunicación ha sabido conservar de forma fósil, y otras de forma dinámica, elementos que reconstruyen el sustrato de una lengua, que equivocadamente se ha dado por extinta. Es opción del pueblo del archipiélago, su divulgación natural como lengua de uso cultural, ó su continuo falseamiento, arrinconamiento y/ó desinterés

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