sábado, 1 de mayo de 2010

Visiones de un volcán



La erupción del Volcán del Chinyero; Temores y consecuencias

(1ª foto: Volcán Teneguia, isla de la Palma)
(2ª foto: Volcán Chinyero, isla de Tenerife)

Extracto de un artículo publicado en la prensa isleña, que recoge la impresión entre el campesinado de la isla de Tenerife, los temores que despertó la erupción del volcán Chinyero.

La Isla vivió hace hoy un siglo su última erupción volcánica. El fenómeno aterrorizó al principio para luego convertirse en una atracción casi turística.
Hoy se cumplen 100 años de la erupción del volcán Chinyero, situado en la linde de los municipios de El Tanque y Santiago del Teide. Tenerife no ha vuelto a ver surgir la lava de sus entrañas desde aquel 18 de noviembre de 1909, una jornada en la que ese "parto de la tierra" atemorizó a la población tinerfeña para, con el paso de los días, convertirse en un espectáculo natural y una atracción casi turística que convocó a centenares de excursionistas y curiosos.
La erupción del Chinyero se vivió al principio con mucho temor, sobre todo en las poblaciones más cercanas, como Santiago del Teide (antiguo Valle Santiago), El Tanque, Garachico, Icod, Los Silos, Buenavista, Guía de Isora o Vilaflor. Muchos caseríos de la zona, aislados y sólo comunicados por caminos para bestias, fueron abandonados tras las primeras horas de la erupción.
Con el paso de los días, y tras comprobarse que los brazos de lava no suponían una grave amenaza, se inició un notorio peregrinar de curiosos e interesados en el fenómeno. Para cuando el grueso de la población rural de la zona recuperó la calma, centenares, si no miles, de personas habían acudido ya a la llamada de un espectáculo que el periodista Leoncio Rodríguez, fundador de La Prensa, definió como "la mejor atracción que podía imaginarse para fomentar el tourismo y dar a la isla renombre universal".


A continuación se narran testimonios, anécdotas e informaciones de aquellos días de noviembre de 1909 que ayudan a imaginar cómo vivieron los tinerfeños esta erupción que duró diez días. El 22 de noviembre, en mitad del fenómeno, el corresponsal de El Progreso ya anunciaba su hermosa inocuidad: "La supuesta hecatombe ha quedado reducida a un fenómeno maravilloso de una grandiosidad que espanta".
"¡Una montaña reventada!".- Antonio de Ponte y Cólogan fue destacado colaborador del gobernador civil en funciones durante la gestión de la crisis de la erupción, Manuel Luengo, y autor de una memoria histórico-descriptiva sobre el fenómeno, reeditada este mismo año por el Ayuntamiento de Santiago del Teide. De Ponte inicia su trabajo narrando el testimonio de Antonio Cabrera, de La Culata (Garachico), que el día de la erupción se encontraba sembrando trigo en compañía de varios peones "cuando sintió de pronto un ruido estrepitoso con violentos movimientos del terreno, que sobrecogió grandemente a los presentes". No se dieron cuenta de lo ocurrido hasta que alguien, situado en una zona más alta, gritó: "¡Una montaña reventada arrojando fuego!". Esto fue bastante para que "todos pusieran pies en polvorosa sin aguardar a más y tomando distintas direcciones".

"Un bando de palomas".- El estudio científico de Lucas Fernández Navarro también detalla la experiencia del testigo más cercano que se conoce: el agricultor de San José de los Llanos José Hernández, quien, acompañado de su hijo Miguel y un burro, se hallaba a un centenar de metros del Chinyero. Sus palabras las reflejó el Colectivo Arguayo en el primer número de la Revista Chinyero, en 1986. Este hombre de campo relataba que sintió temblar la tierra y escuchó "un hurrido que miré al cielo creyendo que pasaba algún gran bando de palomas... al mismo tiempo el hacha comenzó a repicar sola contra el trillo, entonces vinieron unos pastores de Las Manchas que dijeron vámonos que de esto tiene que dimanar algo malo. En ese momento reventó el volcán". Y atrás dejaron el burro.

"Salimos corriendo".- Este agricultor tanquero continuaba su relato indicando que la montaña "dio un gran berrido y los escobones saltaron al aire, subiendo a una altura como de tres pinos grandes, dando vueltas, revueltos con el humo y la tierra negra y colorada. También salían piedras grandes, pero no se veía fuego. Todo al llegar arriba se distendía, y empezaron a caernos arenillas calientes que no se aguantaban en la mano. Y ya no vimos más porque echamos a correr". El alcalde de Icod en esos días envió un telegrama al gobernador a las 20:00 horas del día 18, que fue reproducido en periódicos de la época, donde confirmaba que Valle Santiago había sido abandonado por el vecindario. Según señala el colectivo Arguayo en su revista, "la huida fue precipitada, ya que no se cerraron puertas y los animales quedaron abandonados". Agustín Eduvigis Soto, de Santiago del Teide, narraba a EL DÍA en 1981 cómo vivió la huida del volcán, con sólo 11 años de edad: "Decían que había reventado el Teide. Se oyó un estallido potente y salimos con toda la gente hacia el Lomo de Hijada (...). De allí nos fuimos al Cherfe, donde vivimos ocho días". Atemorizados por el rojo resplandor del volcán, el humo y la ceniza.
Pánico popular.- Leoncio Rodríguez, testigo y cronista de la erupción, señalaba que las gentes de la zona "denotaban en sus semblantes una amargura y una zozobra inmensas... El pánico se había enseñoreado de sus almas sencillas". Temían perderlo todo. De Ponte cuenta en su memoria cómo los vecinos de "La Culata se reunieron en un lomo de lava de una antigua erupción, convencidos de que volcán no corre sobre volcán". Sobre el miedo entre los pobladores, De Ponte escribe: "Triste era el cuadro que se ofrecía. Allí había enfermos que fueron transportados a hombros; mujeres que sollozaban; niños y ancianos que gemían dolorosamente; sus ganados en revuelta confusión; los muebles de sus pobres viviendas amontonados (...) Y allá entre las sombras del crepúsculo oían los bramidos del monstruo".
"El fin del mundo".- EL DÍA publicó en febrero de 1957 una entrevista con un anciano de Masca testigo de la erupción -citada por Marcos Brito en su obra "Erupción del Chinyero a través de la prensa"-, quien afirmaba que muchos creyeron entonces que "había llegado el fin del mundo". Por eso, narra que "corrimos por esas lomas y riscos como si los persiguiera el demonio". El miedo de la gente queda claro en un telegrama enviado el primer día de la erupción por el alcalde de Icod al gobernador: "Pueblo tiene ya miedo (...) Noche infunde pavor grande". El día 20, La Opinión publicaba otro telegrama: "Icod desierto. Campesinos tirados en las carreteras". El mismo día, El Progreso informaba de que "los vecinos de El Tanque han abandonado sus hogares. Algunos se han resistido porque su extrema pobreza les impide residir en otra parte".
"Cañones invisibles".- Leoncio Rodríguez definió así la erupción: "Nuestra mirada se cegaba ante el fulgor infernal de aquellas lenguas de fuego que parecían arrancar con horrible estrépito de las entrañas más hondas de la tierra (...) Cañones invisibles atronaban el espacio y enormes proyectiles cruzaban los aires, dibujando caprichosas figuras que se deshacían en miles de fragmentos (...) Grandes borbotones de fuego bajaban por la montaña como masas de lacre derretido". El fundador de La Prensa se refiere al Chinyero como una "terrible fragua". El cronista Felipe P. Ravina habla en el artículo "Junto al volcán", del Diario de Tenerife de 24 de noviembre de 1909, del "monstruo" y de "una fragua colosal". De Ponte añade: "Imposible expresar con la palabra la potencia colosal de aquellas invisibles catapultas que lanzaban peñascos enormes a una altura prodigiosa". Respecto al olor, este último cronista lo califica como "el propio de la fragua".
Velocidad moderada.- Informaciones de diferentes periódicos de la Isla señalan que la lava se desplazaba a una velocidad de "unos seis metros por hora". De Ponte la elevaba, al menos el primer día, a 16 metros por hora. El enviado de El Progreso decía con sorna que la velocidad de la lava "no desmiente el refrán italiano que dice que delante puede ir una vieja hilando un copo".
"No sin mi cerdo".- El periódico La Opinión publicó el 26 de noviembre un breve donde informaba del regreso de Valle Santiago de una ambulancia con dos ancianas enfermas: "Una de ellas, que vivía en los altos de Tamaimo, no quería abandonar su choza ni un cerdo que era su única propiedad, hasta que la lava fue casi cercándola. En esos momentos de peligro, los ambulantes salvaron, con gran exposición de sus vidas, la de la obcecada e infeliz anciana".
Cigarros en la lava.- Antonio de Ponte asegura en su memoria que desde el primer día de la erupción "había tan poco peligro en aproximarnos a la lava que podíamos encender los cigarrillos en las mismas piedras que recogíamos". Sin embargo, sí reconoce el riesgo de las piedras incandescentes lanzadas a gran altura o la lluvia de cenizas encendidas que les impedía acercarse a alguna de las bocas del volcán. Felipe P. Ravina aseguraba en el artículo citado que la lluvia de escorias "causaba pequeñas erosiones en la piel en un radio de tres kilómetros alrededor del volcán".
Los touristas.- Desde el segundo día de la erupción, Antonio de Ponte ya cita a los muchos turistas "de ambos sexos" que acuden al Chinyero. Incluso nombra al alcalde de la Orotava y otros tinerfeños de renombre que llegan a la zona, "acompañados de sus señoras". La prensa publica anuncios de "excursiones al volcán". El investigador Marcos Brito cita que "muchas personas transitan la zona como si fueran de parranda, tocando la guitarra y cantando". La Opinión informaba el 27 de noviembre de que el 25 de madrugada "partieron para el lugar de la erupción distinguidos miembros de la colonia inglesa de La Orotava (...) Incluidas distinguidas señoras y señoritas extranjeras que residen temporalmente en el Puerto de la Cruz". En esa edición, Emeterio Gutiérrez informaba desde Icod: "Llegan diariamente infinidad de viajeros a visitar los lugares de la erupción. Verdaderas caravanas de touristas asaltan los pocos hoteles de la población y escasean las caballerías para transportar tanto viajero".
Dos mil personas.- El Progreso informaba el día 22: "Por todas partes hemos encontrado excursionistas, formándose una romería pintoresca. Calculamos que ya han ido a presenciar el espectáculo más de dos mil personas".
El bulo del dique.- De Ponte narra su encuentro con vecinos de San José de los Llanos y El Tanque, "armados con palos y en actitud hostil", convencidos de que el Marqués de San Andrés, dueño de la mejor finca de Valle Santiago, trataba de construir una pared o dique para desviar la lava hacia El Tanque. De Ponte asegura que convenció a los exaltados de la falsedad de esta "habladuría", pues "no hay fuerza humana capaz de contrarrestar este tremendo elemento". El secretario de Cruz Roja ratificaba la impresión de De Ponte el día 23 en un telegrama enviado al gobernador donde decía que "dadas las enormes dimensiones de la lava, comprenderá usted la inutilidad de presentarle obstáculos artificiales para desviar su curso".
"Consulten ingeniero".- La idea de orientar la lava ya se le había pasado por la cabeza al alcalde, el juez y el cura párroco de Valle Santiago, que el día 20 escribían al gobernador pidiendo que "consulten a un ingeniero si obstaculizando con piedras podría desviarse la lava de este pueblo".
Procesiones.- De Ponte señala que varios núcleos llevaron en procesión hacia los brazos de lava a sus imágenes más veneradas: el Cristo de Valle Santiago, el San José de Los Llanos o la Virgen de Guía de Isora. "Todos reclamaban luego para su patrón la honra del milagro. Sobre todo los de Erjos y Los Llanos, para quienes su San José apagó dos veces la boca del poniente del volcán". El Colectivo Arguayo cita también en "Chinyero" las procesiones de Santa Ana, San Joaquín y la Virgen de la Paz desde Tamaimo. Aún se mantiene la tradición de llevar al Cristo hasta el calvario construido en el frente de la lengua de lava que avanzaba hacia Valle Santiago, donde la tradición religiosa indica que la imagen detuvo la lava. El día 24 de noviembre, el periódico La Opinión publicaba un telegrama dirigido al gobernador donde el secretario de Cruz Roja señalaba que "hoy han salido en peregrinación los habitantes de la comarca llevando los santos por donde avanza la lava, en un espectáculo conmovedor".
Sin telegrafistas.- Los telegramas fueron el principal medio de comunicación de las novedades de la erupción, quizá eso explique la noticia del día 27, donde se aseguraba que "a causa del exceso de trabajo han caído enfermos los dos oficiales de telégrafos de Icod".
El niño huido.- El Progreso se hacía eco el día 29 de una noticia de un periódico de Las Palmas sobre un niño de diez años de edad, vecino de Güímar, que huyó atemorizado el día de la erupción, mientras cuidaba cabras y ovejas. Terminó escondido en un barco en Santa Cruz que lo llevó hasta Gran Canaria.
Muy pocos daños.- El volcán apenas provocó daños más allá del temor y las molestias causadas a una población empobrecida y aislada, y la inutilización de "un terreno poco productivo perteneciente al Estado donde sembraban centeno los vecinos del Valle y Las Manchas", según De Ponte. Esta inocuidad se explica gracias a su lejanía respecto a los núcleos de población, la corta duración de la erupción y la bifurcación de los ríos de lava. La fecha del final de la erupción no está clara, aunque De Ponte la da por terminada el 28 y señala que el 2 de diciembre los cráteres están "completamente apagados".

RAÚL SÁNCHEZ, PUBLICADO EN EL DÍA (SANTA CRUZ DE TENERIFE

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